El arroz es fundamental para la seguridad alimentaria en el mundo; constituye la principal fuente de aporte calórico para aproximadamente la mitad de la población mundial y es el alimento básico predominante en 34 países de Asia, América Latina y África (véase el mapa). En varios países asiáticos, la población depende del arroz, que aporta más de dos tercios de las calorías de sus dietas y el 60 por ciento de sus proteínas.
Se estima que el cultivo y elaboración del arroz es también la fuente principal de empleo e ingresos para unos 2 000 millones de personas. Los pequeños agricultores de los países en desarrollo producen y consumen aproximadamente el 90 por ciento del arroz mundial. En buena parte de los países más pobres de Asia, el 60 por ciento de las tierras de cultivo se dedican al arroz y los segmentos más pobres de la población gastan entre el 20 y el 40 por ciento de sus ingresos en dicho producto.
Rendimientos más altos, precios más bajos
En los últimos 40 años, los avances tecnológicos y los cambios en las políticas han estimulado un rápido aumento de la producción y un brusco descenso de los precios del arroz. Las variedades de alto rendimiento introducidas durante la Revolución verde dieron un fuerte impulso a la producción de arroz. Entre los años 1961 y 1990, la producción mundial se duplicó con creces, pasando de 216 a 518 millones de toneladas. El rendimiento de las cosechas aumentó de menos de 1 900 kilogramos por hectárea a más de 3 500. Asimismo, los precios reales cayeron en más de un 50 por ciento (véase el gráfico).
El aumento de la disponibilidad y accesibilidad del arroz contribuyó a un rápido descenso del número de personas que padecen hambre en los países donde el arroz es el alimento básico principal. En Asia, el consumo anual per cápita de arroz aumentó en más de 20 kilogramos y la proporción de personas subnutridas disminuyó desde casi el 40 por ciento hasta el 16 por ciento.
Cambios en los hábitos de consumo
En los últimos cuarenta años, los hábitos de consumo de arroz en las distintas regiones han evolucionado y tienden a converger. En Asia, donde el arroz ha sido la base de las dietas alimentarias durante siglos, su consumo anual per cápita aumentó rápidamente durante los años sesenta y setenta. Desde entonces, el consumo de otros alimentos se ha incrementado y la contribución relativa del arroz ha descendido. En algunas zonas del África, Cercano Oriente y América Latina y el Caribe, por su parte, el consumo de este producto ha aumentado notablemente, tanto en volumen como en proporción con respecto al aporte calórico total (véase el gráfico de la página 29). En la actualidad, el arroz es la fuente de alimentación que más rápidamente está creciendo en el continente africano.
Superar el desafío
El Instituto Internacional de Investigación sobre el Arroz (IRRI) estima que, hacia el año 2025, el número de personas que dependen del arroz como principal fuente de alimentación aumentará en más del 40 por ciento, pasando de 2 700 millones a 3 900 millones. Para satisfacer esa demanda será necesario que las políticas gubernamentales y las prácticas agrícolas apoyen el aumento sostenible de la producción de arroz.
Los gobiernos deben procurar que las políticas agrícolas y comerciales logren mantener el arroz a un precio asequible para los consumidores pobres, pero que al mismo tiempo resulte rentable para los pequeños agricultores. En Indonesia, por ejemplo, el Organismo Estatal de Logística (Bulog) establece un precio mínimo garantizado para el arroz que compra a los agricultores, y distribuye más de dos millones de toneladas de arroz subvencionado entre las familias pobres, mediante un programa selectivo de redes de seguridad social.
En el África occidental, varios gobiernos han empezado a adoptar medidas para incrementar la producción. En Malí, el sector arrocero ha crecido rápidamente durante el último decenio. La liberalización de los precios ha animado a los agricultores y comerciantes a invertir recursos y a ampliar su producción. La proliferación de pequeños molinos en las aldeas ha reducido notablemente los costos de elaboración y el gobierno ha aumentado las inversiones públicas en infraestructuras. En la actualidad Malí, que se vanagloria de contar con amplias zonas aptas para la producción de arroz de riego, pretende convertirse en «el granero de arroz del Sahel» aumentando su producción de 735 000 toneladas a 4,5 millones de toneladas hacia el año 2010.
Cerrar la brecha de los niveles de rendimiento
Debido a la limitación de áreas disponibles para ampliar la producción de arroz, la posibilidad de satisfacer la creciente demanda dependerá de si se consigue reducir la «brecha» entre el rendimiento probado que se logra en los centros de investigación y el rendimiento obtenido en los campos de cultivo de los agricultores. La FAO estima que se precisará un aumento del 1 por ciento anual en los rendimientos de las cosechas para poder satisfacer la demanda sin empujar los precios al alza.
Las variedades híbridas de arroz ofrecen un sistema probado de estimular la producción. Dichas variedades suelen producir entre un 15 y un 20 por ciento más que incluso las mejores variedades de alto rendimiento. China, desde que en 1974 logró producir con éxito su primer híbrido, ha aumentado su producción en casi un 50 por ciento, incluso a pesar de que el área destinada al cultivo de arroz se ha reducido en casi un cuarto.
Los grandes avances obtenidos en el cultivo del arroz también han reportado grandes beneficios en el África Occidental. La Asociación para el Desarrollo del Cultivo del Arroz en el África Occidental logró cruzar especies resistentes de arroz africano con especies de alto rendimiento importadas de Asia y produjo lo que se conoce como NERICA (Nuevo arroz para África). Estas nuevas variedades, que sólo precisan un mínimo incremento en el uso de plaguicidas, pueden aumentar los rendimientos de las cosechas en un porcentaje tan alto como el 150 por ciento en las zonas de tierras altas y en las llanuras húmedas. Nigeria ha puesto el acento en el uso del NERICA, como elemento clave en su empeño por aumentar su producción de un promedio de tres millones de toneladas en el período 2000-2002 a unos 15 millones de toneladas en 2007.
Potenciar la autonomía de los pequeños agricultores
Los avances tecnológicos pueden estimular el rendimiento de las cosechas y las políticas gubernamentales pueden ayudar a crear un entorno favorable para producir y comercializar el arroz; pero el éxito a largo plazo, con respecto a la mejora de la seguridad alimentaria, depende de la capacidad de millones de pequeños agricultores para beneficiarse de esos avances y aumentar la producción de arroz mediante sistemas agrícolas sostenibles y diversificados.
Un enfoque que ha logrado probadamente motivar y potenciar la autonomía de los pequeños agricultores ha sido la utilización de las Escuelas de campo para agricultores. Entre los años 1990 y 2000, más de 2 millones de productores asiáticos de arroz participaron en dichas escuelas. En ellas aprendieron cómo reducir el uso de los plaguicidas y cómo utilizar mejor y de forma más sostenible el agua y los plaguicidas. Este aprendizaje se tradujo en una disminución de los costos y en un aumento del rendimiento y de los ingresos (véase el gráfico).
En Sri Lanka, por ejemplo, los agricultores que acudieron a las Escuelas de campo para agricultores redujeron el uso de plaguicidas en más del 80 por ciento, mientras que aumentaron el rendimiento de sus cultivos en más de un 20 por ciento. Gracias a los considerables ahorros en plaguicidas y al aumento de los rendimientos, sus ingresos procedentes de la producción de arroz se duplicaron con creces.
Fuente de: www.fao.org